EL PAPA FRANCISCO SOBRE LA ADOLESCENCIA

El Papa Francisco ha recordado recientemente que la adolescencia es un período de la vida en la que se permanece en movimiento, en transición: “Es una fase ‘puente’, y por ese motivo los adolescentes no son de ni aquí ni de allí, están en camino, en tránsito. No son niños y no quieren ser tratados como tales, y tampoco son adultos pero quieren ser tratados como tales, especialmente a nivel de los privilegios”. “Buscan siempre la comparación, preguntan, lo discuten todo, buscan respuestas, atraviesan diversos estados de ánimo, y las familias con ellos”.

No obstante, también destacó el valor positivo de la adolescencia: “Es un tiempo precioso en la vida de vuestros hijos. Un tiempo difícil, sí. Un tiempo de cambios y de inestabilidad, sí. Una fase que presenta grandes riesgos, sin duda. Pero, sobre todo, es un tiempo de crecimiento para ellos y para toda la familia”.

Por eso quiso ser tajante al afirmar que “la adolescencia no es una patología y no podemos afrontarla como si lo fuese”.

Asimismo, animó a plantear la educación de los adolescentes con una “alfabetización socio-integrada, es decir, una educación basada en el intelecto (la cabeza), los afectos (el corazón) y las habilidades (las manos). Esto ofrecerá a nuestros jóvenes la posibilidad de crecer de forma armónica no sólo a nivel personal, sino también social”.

El Papa advirtió que “hoy los jóvenes encuentran mucha competición y pocas personas con las que compararse”. Atribuyó este fenómeno a la cultura de la ‘eterna juventud’. “Parece que crecer, envejecer, estacionarse es un mal. Un sinónimo de vida frustrada o agotada”. “Estas arrugas me han costado toda la vida, son preciosas”, dijo el Santo Padre, y lamentó que hoy en día “encontramos muchos padres adolescentes, muchos que quieren jugar a ser adolescentes para siempre”. Esta realidad “puede aumentar la tendencia natural que tienen los jóvenes a aislarse o a frenar su proceso de crecimiento ante la falta de un referente en el que reflejarse”.